viernes, 30 de noviembre de 2007

Ortodoncia segunda parte: Inicia la odisea

Luego de radiografías y algunas consultas con diferentes personas para ver qué se podía hacer para corregir los dientes que se me enchuecaron con las muelas del juicio, la próxima semana empezaré a usar un aparato de nuevo.
El aparato será una placa Hawley, que es un paladar de acrílico con alambres y ganchos para mover los dientes. Suena horrible, y no se ve muy estético, pero ya puesto casi no se nota y corregirá completamente el problema de mi premolar y en un 80 por ciento o más lo del diente frontal.

Dudé de si optar por este aparato, porque lo asocio con los que usan los niños de primaria, pero buscando en internet y hablando con la odontóloga creo que fue la mejor elección: corrige más rápido que las placas Essix (son las guardas de plástico transparente), se puede activar en cada visita al ortodoncista y a diferencia de los brackets es removible y más económico.
Ahora sólo me queda esperar al miércoles que me den el aparato y empiece otra vez el dulce dolor del ajuste de dientes, con todo el sufrimiento/placer que ello implica.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Las razones detrás

Hace tiempo quería escribir este post sobre las razones que en mi caso me llevaron a la anorexia. No lo había hecho por falta de tiempo, pero también porque no es algo sencillo de escribir.

Primero, soy la primogénita, y mi padre, como buen macho mexicano, siempre quiso que su primer hijo fuera varón. Desde ahí, durante toda mi infancia, no importando lo que hiciera, nunca lograba darle gusto del todo. Nunca mis esfuerzos eran suficientes para satisfacerlo, y eso me dejó el miedo indeleble a nunca ser suficientemente buena, lista o perfecta. Aunque mi padre murió cuando yo tenía once años la marca de nunca haber sido lo que esperaba quedó en mí.

Luego, el hecho de que la familia de mi madre es muy católica, y dentro de la tradición del catolicismo hay una tendencia al ascetismo, el autosacrificio y la privación que en mí es bastante grande.

Eso, sumado al hecho de que siempre sentí que mi cuerpo físico era la parte más débil de mi "yo" lo explica casi todo.

Supongo que además, sería importante decir que siempre he sido muy perfeccionista, con una gran tendencia tratar de satisfacer a los demás. Y en la anorexia encontré una forma de decir "basta" cuando no me permitía decirlo de ninguna otra forma.
Isaí Moreno
La soledad es de piedra


Respondiendo también al comentario de Oveja rosa, me pregunto, ¿qué de eso sigue presente en mí? La terapia me ayudó mucho sobre todo con la primera parte, con lo de mi padre. Eso era algo que no tenía claro antes de estar en tratamiento. Ahora, a veces sigo escuchando la voz que me dice "no es suficiente", pero simplemente trato de hacer lo mejor y comprender que, como todos, tengo mis imposibles y mis límites.

Sobre el cuerpo me ha ayudado mucho aprender a bailar, tomar clases de yoga, y claro, tener buen sexo. Para mí esas tres serían las mejores formas de poner en comunión a mi cuerpo con el resto de mí.

Perfeccionista sigo siendo, pero la terapia también me ayudó a perdonarme más, a trazar límites a mis autoexigencias. Y aprender a decir "no puedo" ha sido un largo proceso en mi vida, que supongo sigue en camino.

Por eso como decía, quizá no existe la recuperación completa, pero sí una mejora significativa. Y después de todo, lo bueno de estar tan mal es que puedes después apreciar las cosas que valen la pena de la existencia.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Anorexia y ortodoncia

Este es un tema raro, pero seguro algunos me comprenderán. Cuando tenía 17 años usé brackets para corregir la posición de mis dientes. El tratamiento fue duro, bastante doloroso en ocasiones, y duró un año ocho meses. Usé brackets metálicos arriba y abajo, y resortes, ligas y alambres extra para abrir espacio en mi mandíbula. (Si quieren darse una idea de lo que pasé, vean este video, sólo la primera parte, de "Apertura de espacios")

Sé que para mucha gente es normal bajar de peso durante un tratamiento de ortodoncia, pero en mi caso sólo fue un pretexto más para no comer.
Hace un año me sacaron dos muelas del juicio (las dos de abajo) y durante la semana que duré inflamada bajé un kilo y medio, aunque estaba ya en tratamiento con una nutrióloga para subir de peso. A mí psicóloga le alarmó lo rápido que perdí peso, y estuvo a punto de suspenderme la terapia --ya saben, las negociaciones de que si bajas más allá de un cierto peso te suspenden las sesiones hasta que recuperes peso--.
Ahora, con lo de las muelas, se me han movido algunos dientes y me gustaría corregirlos, aunque no sé si eso me vaya a hacer dejar de comer como antes...
Además, no sé si será masoquismo, pero en cierto modo disfrutaba el dolor de los cambios de ligas... ¿estaré loca?

lunes, 12 de noviembre de 2007

Libros on line en inglés

Estos son algunos libros que se pueden comprar por internet. Vienen en inglés y son para ayudar en trastornos de alimentación o problemas relacionados.

Tratamiento de la anorexia en casa
La dinámica de vivir en una familia disfuncional
Duelo ante el suicidio
Cómo crear un plan de alimentación con tus alimentos favoritos
Cómo detener los atracones
Programa anti-estrés de 21 días
Curar el insomnio sin medicamentos
Combatir la depresión
Técnicas de yoga

martes, 30 de octubre de 2007

Simone Weil

Manchar es alterar, tocar. Lo bello es lo que no se puede querer cambiar.


––Simone Weil, La gravedad y la gracia.

Es considerada una de los pocos místicos del siglo XX. Nació en en París en 1909, en una familia judía, intelectual y laica. En su adolescencia estudió filosofía y literatura clásica. A los 19 años ingresó a la Ecole Normale Superiore junto con Simone de Beauvoir y obtuvo calificaciones más altas que la famosa filósofa. De su apariencia física, hay quienes afirman que se esforzaba por resultar fea, a fin de no llamar la atención por otra cosa que no fuera su pensamiento.


Fue una marxista apasionada. A los 25 años trabajó un año como operaria manual en diversas fábricas, no solo por solidaridad con los obreros, sino para meterse en la piel de estos y comprenderlos mejor. Se dejó encarcelar, acusada de gaullismo, porque deseaba consolar a los presos, en especial a las prostitutas. Posteriormente viajó a Norteamérica donde exploró Harlem, e hizo amistad con numerosas muchachas negras en una iglesia baptista.

En abril de 1943 se le diagnosticó tuberculosis y fue ingresada en un hospital de Londres. El dolor de no poder apoyar a la resistencia francesa la hizo imponerse el sacrificio de comer solamente la ración de alimento que a sus compatriotas detenidos les era permitido. Su cuerpo era para ella lo menos importante, lo menos necesario, y lo sacrificó en aras de un compromiso político. Su desnutrición –que ya había comenzado mucho tiempo antes– y su debilidad física le ocasionaron la muerte cinco meses después. Oficialmente se considera su muerte como suicidio por anorexia.




Sobre su obra y su vida.

El striptease de matarse lentamente

"Morir es un arte. Y yo lo hago excepcionalmente bien."
--Sylvia Plath

Este post surgió por algo que leí en un blog argentino . Me parece que la frase (ambas, la del título y el epígrafe) describen muy bien lo que es la anorexia.

viernes, 26 de octubre de 2007

Ni soy perfecta ni eres Adonis

Segunda cosa de la que me enteré: que cuando empezamos yo no le gustaba. De hecho por ese asunto una vez protagonizamos una escena horrible en la playa. Llevábamos una semana durmiendo sobre la arena, arrullados por el mar. Era perfecto, salvo porque no teníamos agua corriente y yo no podía lavarme la cabeza. Y con eso de hacer el amor en la playa, mi pelo era un desastre. Le pedí que por un día comiéramos en lugar donde tuvieran regaderas para poder bañarme bien, pero se negó porque la comida era mejor en otro lado. A cambio, se ofreció a servirme como regadera arrojando el agua sobre mi espalda. Pero mientras me bañaba me dijo "Deberías ponerte a hacer ejercicio". Hoy sé que lo dijo porque me vio demasiado flaca, pero en ese momento ni siquiera sé explicar lo que sentí. Sólo sé que lloré por varias horas y después casi no quise salir, mucho menos ponerme traje de baño. Al regreso tomó unos días que lo dejara verme desnuda de nuevo.

Al final, eso pasó. Digo, mi principal problema nunca ha sido la imagen frente al espejo. Pero esto me lleva a la cuestión de cómo nos afecta la percepción de la gente que nos rodea sobre nuestro cuerpo.

Tal vez en cierto modo soy muy poco para él. Y no lleno sus expectativas: no tengo pechos y estoy muy flaca para sus cánones. Tal vez no soy la mujer buenísima que te imagina le corresponde, quizá lo piensa así porque nunca se ha mirado al espejo con honestidad, o tal vez porque el machismo que lo hace ver a la mujer como símbolo de status, para compensar sus inseguridades, para presumir.

Y sé que no soy la única que padece esto. ¿A cuántas mujeres no las ha destruido un comentario de alguien que aman?
Y así y todo soy, y quizá siempre sea lo mejor que te ha pasado en la vida.

Mentiras que cambian el pasado

Han pasado varios días desde la última vez que escribí. En general he estado bien con la comida y eso, pero ayer en la noche me enteré de un asunto que me dejó temblando y con gastritis.
Como dice Javier Marías, el escritor español, a menudo pensamos que nuestro pasado es fijo e inalterable, que sólo el presente y el futuro son móviles. Sin embargo, en ocasiones descubrimos algo que hace que se altere nuestro pasado, o al menos la idea que nosotros teníamos de él. Entonces todo parece brumoso e incierto, ya no sabemos en qué podemos creer. Eso me pasó ayer.
No aclararé cómo lo supe. Digamos que fue incidental. Supe que mi amiga y mi chico --quienes se dicen "hermano" y hermana", siempre han trabajado juntos y se llevan super bien-- estuvieron saliendo juntos hace casi un año. Cabe aclarar que en ese tiempo mi chico y yo habíamos roto --duramos un año separados-- y el tiempo en que eso sucedió (cuatro meses a lo más) estuvo justo como a la mitad de nuestra ruptura. Es decir, en teoría no hay nada que reprochar. Pero la verdad es otra: sí me desconcertó saber que hubo algo más entre ellos. Eso me ayudó a explicarme bajo otra luz muchas cosas que sucedieron desde entonces, y desde antes, y tambien me hizo preguntarme desde cuando mi chico sentía algo por mi amiga.
Indagando más, supe que a él ella le gustaba desde hacía un buen tiempo. Sin embargo, en los hechos, su conducta fue siempre irreprochable: nunca hubo nada de más, ni un toque, ni un abrazo ni nada. Y cuando hubo algo, él ya no estaba conmigo.
Sin embargo, también me enteré de otras cosas que lastiman... Pero seguiré con el desahogo en otro post.

lunes, 15 de octubre de 2007

A un kilo del alta

La semana pasada fui con la nutrióloga y hubo buenas noticias: ya sólo me falta un kilo para alcanzar mi peso meta. Es decir, estoy a un quilo de distancia de el alta. Pero, ¿qué significa realmente eso? ¿Que estoy curada? Creo que uno no se cura nunca del todo, que esto es como un demonio que permanece agazapado en algún lugar de tu mente, esperando el momento para lanzársete al cuello. Por eso hay que estar alerta todo el tiempo, para no caer en el círculo vicioso de depresión-no comer-depresión que a la larga resulta mortal.
Y, ¿cómo me siento con todo esto? Por un lado, aunque a mí nunca me ha obsesionado mucho el peso, la verdad es que a veces quisiera sentirme y verme más frágil, como cuando pesaba menos. Pero la realidad es que, distorsiones aparte, me veo casi igual que siempre y me queda la misma ropa. Sólo que la cara se me ve un poco menos esquelética, lo cual está bien.

Como lo aprendí hace tiempo, el truco es que cuando uno empieza a preocuparse de más por el peso debe preguntarse: ¿qué está pasando en mi vida, me siento a gusto con lo que estoy haciendo, qué es lo que me gustaría cambiar, qué es lo que siento que no puedo controlar? Normalmente responder esas preguntas ilumina mucho más que obsesionarse con la báscula y el espejo.
La anorexia en la mayoría de los casos es una forma grotesca de recuperar el control sobre nuestras vidas al intentar controlar nuestro peso.
Bueno, pues deseénme suerte en la próxima visita, esperemos que al fin alcance mi peso.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Carta a mi padre

Si para ser totalmente adultos hay que, como dice Freud, matar al padre, al menos en eso ya voy de gane.

Pero estar sin ti es casi como tener una pierna o un brazo de menos. Duele y sabes que falta, miras donde debería estar y no hay nada.

¿Por qué de entre todos los trabajos del mundo elegiste ese? ¿Sabías lo que podía pasar? ¿Te imaginabas que nos ibas a dejar, la falta que le ibas a hacer a mi hermano, a mi mamá, a mí? ¿La falta que de por sí nos hacías?

Nunca te tuve. Me hiciste falta para sentirme segura, protegida, querida, aceptada. Nunca supe si te sentiste orgulloso de mí.

Y sin embargo, de alguna manera te encuentro en mí a cada rato. En mi fuerza, en mi carácter; pero también en mis defectos, en mis obsesiones, en la terquedad, lo inflexible, lo perfeccionista, lo dura, lo cruel.

Pintura: Rafael Gaytán


Me duele que faltes porque eres irrecuperable, porque nada puedo yo -o puede nadie- para remediar tu pérdida. Porque es saberme perpetuamente incompleta, toparme con todo lo que me falta y siempre me va a faltar. A veces la ausencia es insoportable para mí que me he pasado la vida tratando de concentrarme en lo que sí tengo, en lo que puedo hacer, en esforzarme, en hacer siempre más. Ahora resulta que nada de eso llena el vacío: faltas y faltas para siempre.

Luego lo peor: que tampoco tengo recuerdos idílicos de ti a que aferrarme. Que sí, me ha hecho falta mi papá muchas veces, pero me hiciste falta y me haces falta no sólo porque hayas muerto, sino desde antes.

Hay veces que me gustaría que te hubieras tomado el tempo de hablar conmigo, de conocerme, de dejar que te conociera. Porque más que una presencia, a menudo vienes a ser el hueco donde caben todas mis ausencias, la mano o la pierna que no tengo. A veces eres mi justificante para tener miedo. Y quizá detrás del 'no es suficiente' que me acosa, en el fondo hay un eco de tu voz, de tu mirada.

Mi consuelo es que a todos nos falta algo. Es lo que nos hace imprefectos y susceptibles de ser amados.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Encerrada en un cuarto de pánico

Este es un post que hace mucho quería escribir. Lo pensé en Barcelona, cuando me encontré allá con mi chico y él me dijo que me veía algo demacrada y que podía notar cómo me ponía diferente con el agotamiento. El caso es que en ese entonces yo iba regresando de India (un viaje maravilloso, pero nada fácil) y sí estaba un poco decaída. Él me dijo que me notaba a la defensiva, un poco agresiva en el sentido de yo-lo-sé-todo y triste. Y sí, en resumidas cuentas diría que esos son los síntomas con los que se manifiestan mis bajones o mis conatos de recaída.
A partir de esa plática concluí que una crisis de anorexia es un poco como quedarse encerrada en un cuarto de pánico (panic room) y perder la llave. No sabes como salir, sientes que el aire se agota, no puedes comunicarte con la gente que está en el exterior y quizá hasta te entra un poco de claustrofobia.
Finalmente, la desesperación se va adueñando de ti y empiezas asfixiarte lentamente... ¿Les suena familiar? Pues bien, salir del cuarto cerrado no es fácil, pero quedarse dentro es mortal; así que hay que armarse de valor y empezar a abrir la puerta poco a poco.
Foto: Helmut Newton

Fin de la terapia

La semana pasada mi terapeuta me dijo que daba por terminada la terapia. Más que un alta es aceptar que había llegado a un momento de estancamiento en la terapia, donde ya no le encontraba sentido a seguir hablando sobre mí… porque simplemente no había mucho que me molestara o doliera. Y como admite mi terapeuta, no se trata de encontrarle el lado malo a lo que no lo tiene.

Debo de aceptar que, muy en el fondo de mí, esto me deja un poquito a la deriva. Por un lado me da gusto, porque significa que estoy mucho mejor que hace un año, que soy más capaz de expresarme y de abrirme que antes, que me río más, que acepto más mis errores. Pero por otro lado, si comparo mi proceso de recuperación con el de mi chico (el es adicto a las drogas en recuperación) el mío me parece increíblemente breve.

Sin embargo, trabajar con los defectos de carácter y afrontar las altas y las bajas de la vida es un camino interminable, sólo que por ahora lo recorreré yo sola.

Supongo que esto también me hará escribir más a menudo. Después de todo, este blog también es una forma de terapia.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Más allá de la comida

El asunto con los TCA no es tanto la comida en sí, sino lo que ella simboliza para el enfermo. He escuchado muchos casos de chicas que no comen nada, y sin embargo pasan gran parte de su tiempo pensando en la comida.
En mi caso, nunca pensé demasiado en la comida... simplemente cuando llegaba la hora de comer, no comía.
Pero como decía al principio, el punto es lo que la comida simboliza. En mi caso, al privarme de alimentos me castigaba de alguna forma por algo de lo que me sintiera culpable, y dirigía contra mí misma el enojo que sentía.

Cuadro: Julio Larraz

sábado, 25 de agosto de 2007

Yoga

Siguiendo con el tema de la recuperación, quisiera hablarles de algo que a mí verdaderamente me salvó, y me ha ayudado incluso más que la terapia, porque los resultados son inmediatos y constantes: practicar yoga.
El hatha yoga es un tipo de yoga conocido por su práctica de asanas o posturas corporales. Significa unión de los opuestos. Es uno de los métodos de yoga más difundido en todo el mundo y su finalidad es preparar el cuerpo para la meditación.
Ayuda a mejorar la postura y la concentración, y también a manejar el estrés y la tensión a través de técnicas de respiración y relajación.
A mí me ha servido para conocer mi cuerpo y sentirme más a gusto con él, para sentirme más "en casa", menos encerrada.
Foto: Lorenzo de Quirós
Además, el yoga es una disciplina integral, que ayuda a la unión del cuerpo y la mente. O sea que lo recomiendo bastante para quienes padecemos TCAs.

La terapia, ¿qué hace que funcione?

Nunca me ví a mi misma haciendo terapia. Mucho menos después de los fracasos en distintos intentos... Pero cumplo un año (menos los meses del viaje) de estar en terapia, y puedo decir que realmente funciona.
Al menos a mí me ha ayudado para ser un poco menos dura conmigo misma, para permitirme sentir antes de pensar, para aprender a validar lo que siento, para reconocer mis errores, para perdonarme un poco y reconocer las causas que hay detrás de la anorexia.
Sigo creyendo sin embargo, que la terapia no es para todos. Pero a veces es agradable sentir que no estás solo, contar con un poco de ayuda y una guía. Para mí lo que me convenció de quedarme con mi terapeuta fue su respuesta sencilla a mi comentario de que después de todo ella era sólo una desconocida: "Sí, pero también yo he estado del lado que tú estás." Y en efecto, lo ha estado. Anorexia y bulimia por nueve años la hacen comprender.
Ahora bien, ¿qué hace que funcione un proceso terapéutico? Yo creo que son varias cosas, pero primero que nada, creo que las ganas de que funcione. Segundo, la confianza. Claro que para confiar debes asegurarte de estar en manos de un profesional bien capacitado. Tercero, la paciencia y la perseverancia. A veces, sobre todo con terapia cognitivo-conductual o psicoterarpia se pueden ver resultados rápidos. Pero también llegan momentos de estancamiento, y hay que ser paciente con eso, y estar siempre dispuesto a trabajar duro con las cosas que nos lastiman. Y cuarto, tener en mente que, como me dice una amiga con formación de psicoanalista, al final lo que cura es la relación humana.

Si hay algunos de ustedes que vivan en la Ciudad de México puedo recomendarles a mi terapeuta... si no, les deseo en verdad suerte con su búsqueda.

Vuelta del viaje

Por fin de regreso de un largo viaje, hasta el otro extremo del mundo. Las exigencias del nomadismo me llevaron a agradecer por los últimos meses de buena nutrición y la prevención de receterme vitaminas: no me enfermé de nada, e incluso escapé a la diarrea del viajero que el Tercer mundo cobra como cuota de entrada.
Por supuesto, las clases de escalar y de yoga también sirvieron bastante, y al final la experiencia fue extraordinaria. (Para saber más de mi vida que sí es vida click acá. Nadie de ese blog sabe de este. Pero ustedes pueden visitarlo si quieren ;) )
Caminar tantos kilómetros entre plantaciones de té, montañas, orillas de lagos y ríos, costas y desiertos me hicieron sentir que verdaderamente la recuperación vale la pena. Ahora, a seguir luchando por ella...
Foto: Lorenzo de Quirós

lunes, 19 de marzo de 2007

No dejar que la enfermedad nos ate

Lo que la anorexia nos revela no es la preeminencia del espíritu sobre la materia, sino la inevitabilidad del cuerpo.

Louise Glück


Hola, como les prometí, ahora escribiré algo sobre la recuperación. Hay una frase de Louise Gluck, una extraordinaria poeta norteamericana, quien tambien sufrió de anorexia, que dice mucho: lo que la anorexia nos revela no es la preeminencia del espíritu sobre la materia, sino la inevitabilidad del cuerpo. Algo así he sentido yo. Con el tiempo uno se da cuenta prácticamente de que no hay forma de abandonar el cuerpo, que uno lo necesita entrañablemente.
Imagen: Viento

Ahora que me veo más cerca de la recuperacion me doy cuenta que, a pesar de todo, la anorexia no ha logrado atarme, sino al contrario. Me ha obligado a perseguir mis sueños con mas fuerza, a luchar más por lo que quiero, a conocerme mejor. Eso es finalmente la anorexia: un reto para vivir más y mejor.
De hecho, ahora estoy en un viaje por el mundo, y para lograr hacer esto he tenido que confrontar muchos de mis miedos, conocerme mas, luchar duro y hacerme cargo de mis necesidades. Asi que al final, la anorexia tampoco es un obstáculo insuperable.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Aclaraciones sobre mí

Ya que ha habido algunas confusiones, espero que este post pueda aclarar un poco las cosas. Llevo nueve años padeciendo de anorexia. Empecé a los catorce, en una crisis desencadenada por la muerte de mi primer novio. Desde entonces he tenido altas y bajas, pero en general he estado más tiempo bien que mal. Hace algunos años decidí buscar ayuda profesional, pero me encontré con que  la especialista a la que acudí diagnosticó que yo no cumplía el perfil de una anoréxica: cero preocupación por la apariencia, poco miedo a crecer... y otros. Entonces decidí solucionar las cosas a mi modo y ocuparme de vivir. Muchos de los post que aparecen aquí son de esa mala racha (tienen fecha al final).
Ahora llevo seis meses en terapia y me he sentido mucho mejor, he podido solucionar algunos problemas que quedaban dentro de mí y estoy mucho más cerca de la recuperación.
Aún así, hay un lado oscuro que sobrevive en mí, y es eso lo que muchas veces se expresa en este blog, como forma de desahogarme. Prometo escribir algo la próxima vez sobre cómo es el camino hacia afuera, y hablar un poco más del lado luminoso.
Besos.


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La canción del abismo

"Me han educado en la desesperanza. La desesperanza nos llegó pronto a mi madre y a mí. Y la aceptamos porque nos dijimos que lo que se nos había impuesto era lo que merecíamos. Pero Amma puso un límite para el tributo que podía exigirnos la desesperación. Yo no erigía tales defensas. A veces pienso que estaba tan acostumbrada a la desesperanza que aunque se alejara de mí la atraía otra vez. Y cuando se acercaba en lugar de taparme con un cesto y esconderme de ella, la recibía con los brazos abiertos".

Anita Nair, El vagón de las mujeres.


Vanitas, Peter Claesz


La cita es del libro de una escritora hindú. Yo misma pude haber dicho algo semejante hace algunos años. Esto también es la enfermedad, no ponerle diques a la desgracia, dejarte arrastrar por ella, sentirte seducida por el abismo y en ocasiones hasta arrojarte.



¿Por qué de todos los abismos el de la anorexia? Porque la anorexia es llevar el inmenso vacío que sientes a tu interior, precipitarte en él, sentirte flotando en su interior. Quizá también por razones prácticas: una vez que ha pasado el hambre, la falta de alimento anestesia, mata toda sensación, se lleva (o apacigua) hasta el dolor. Dejas de sentir, y quizá en el fondo es eso lo que deseas.

viernes, 2 de marzo de 2007

¿Qué hay detrás de la anorexia?

¿Y qué hay detrás de esta enfermedad? ¿Son los medios de comunicación, la industria de la moda, las pasarelas, los alimentos light, los estereotipos de mujeres súper delgadas? ¿O es la decadencia del mundo actual, el desamor, la incomprensión, la falta de comunicación, el aislamiento, la soledad?
Cyberwoman, Helmut Newton

Me inclino más por la segunda opción. Porque este infierno de la anorexia es personalísimo y privado, lejos de los medios de comunicación masiva o las tapas de una revista. ¿Cómo podría tener algo que ver la talla de las modelos de un desfile con un sufrimiento tan íntimo y tan hondo?
No nos mintamos ni dejemos que nos mientan. Esto ocurre en nuestro interior, y lo exterior, aunque aparentemente lo es todo, en realidad es un disfraz.

miércoles, 28 de febrero de 2007

Estética. ¿Qué es lo bello?

Para mí la estética es la ciencia, disciplina o estudio que se ocupa de LO BELLO, así con mayúsculas, como lo pensaba el alucinado de Platón con su locura de las Ideas.
Ahora, lo estético yo creo que es todo lo que nos produce placer sensorial. Los occidentales tendemos mucho a asociar lo estético con lo visual, y si acaso somos muy cultos (o melómanos, o bailadores) pues con alguna otra de las formas de las llamadas bellas artes. Pero en realidad yo creo que lo estético es mucho más amplio e incluye también un buen café, una caricia prodigiosa, un perfume exquisito.
La estética también se ocupa de los cánones, es decir, de los modelos que nos permiten determinar por qué algo es bello. El equilibrio, la proporción, la variedad o el ritmo son valores estéticos que forman parte de la mayoría de los cánones de belleza, pero cada ejemplo de lo bello es en realidad muy particular y no siempre cumple con todos estos valores. Pienso entonces que el canon de la belleza es algo ante todo cultural, que depende de toda una formación de la sensiblidad y un proceso histórico de una civilización o pueblo determinado. Pero finalmente, no sólo es cultural y por ello colectivo; sino que la percepción de la belleza es eminentemente subjetiva, o como dice una frase de sabiduría oriental: 'No es hermosa la estrella que lejana en el cielo brilla, sino el que de pie, absorto, la mira'.
Porque finalmente (como ya lo sabía el muchas veces sabio Kant) la belleza está en el sujeto. Y ese alemán heredero del idealismo y el pietismo nos dice algo maravilloso: lo bello es lo que permite la libre coincidencia entre el sujeto y el objeto, sin necesidad que exista la mediación de un concepto. Es decir, la belleza apela a nuestra razón, pero no a nuestra inteligencia, sino a nuestra sensibilidad y a nuestra libertad, que sabiamente Kant incluye en las formas de nuestra razón.

El cuerpo como arte

Lo que me fastidia es no poder relacionarme con mi cuerpo, sentir que no es mío, que en verdad es mi cárcel. Para mí que estoy en perfecto contacto conmigo misma, que puedo identificar y manejar mis emociones hábilmente, mi cuerpo me hace sentir extranjera
El cuerpo sirve cuando no es arte ni es placer, porque tiene que ser inútil para ambos fines y servir a otros para sólo así poder cumplir su objetivo.
El cuerpo debería ser la materialización de una idea, el puente entre lo perfecto, la cristalización de lo que somos.

Jueves 6 de marzo de 2003

¿Tengo anorexia? La anorexia y la "normalidad"

Hoy por fin llegó. Como esos regalos y plazos que tanto deseas que se cumplan hasta que los tienes encima. Estas son las conclusiones que extraigo de mi diagnóstico:

· No estoy sana ni estoy enferma. Simplemente soy rara. Siempre quise ser el tipo de persona que está más allá de las clasificaciones, pero ahora que he logrado mi objetivo comprendo lo aterrador de sentir que uno se muere y no poder saber de qué.
· La vida es un valor sólo para los imbéciles. La única certeza que nace con nosotros es la de que habremos de morir. ¿Cómo aferrarse entonces a conservar lo que uno tiene más incierto en la vida? Esa labor la dejo para los necios. Para mí quedan como valores el amor, la libertad, la justicia y la verdad (en ese orden).
· ¿Qué es la normalidad? Es un concepto que extravié hace muchos años, que deseché para hacerle lugar a poemas de Sabines, citas de filósofos e historias de gente que quiero. Es algo que deja de existir cuando uno vive rodeado de periodistas, filósofo, artistas y activistas. ¿Qué es lo normal entre nosotros, donde los que no mueren nos matamos?
· La normalidad también es un mito que resulta verosímil porque, en mayor o menor parte, los miembros de una sociedad se identifican con él. Sin embargo, la persona “normal” no existe, como no existe el consumidor “promedio”. Ambos son invenciones, fruto de la convención y de las aspiraciones de los miembros más cobardes de la comunidad.
· Nadie es normal. Pero la normalidad es un escudo que sirve perfectamente para esconderse tras él cuando se tiene miedo de ser único y original, de ser auténticamente uno mismo. Así, todos estamos locos. La humanidad se dividen entonces en dos partes: los cuerdos que aceptan esta verdad y viven en consecuencia; y los más locos, quienes verdaderamente deberían estar encerrados como premio a su cobardía (después de todo, en un manicomio nadie se va a fijar si cuatrocientas personas son clones idénticos que juegan a ser “normales”, pobres esquizofrénicos, divorciados no de la realidad sino de sí mismos).
· Y aunque la normalidad no existe, hay gente tan alejada de ella que jamás debe toparse con un psicólogo, en aras de la salud mental de ambas partes. Yo no quiero ser la puerta por donde un incauto con ganas de ayudar al prójimo se asome a los abismos de los dilemas éticos y/o estéticos, la autodestrucción y el amor desmesurado por el mundo (síntesis de los dos anteriores).
· No somos sólo un montón de sustancias químicas que conviven en delicado equilibrio, ni el cúmulo de nuestras experiencias, tampoco una mezcla entre ambos. Quiero creer que hay algo más en nosotros que nos hace ser como somos, sentirnos felices o desgraciados.
· Quiero creer que todas mis respuestas están en mí. Y que tarde o temprano las encontraré, antes de que la cárcel de mi cuerpo se quiebre, llevándose su preso consigo.


The jewel 3-Borek Sipek, Jan Saudek, 2005

Viernes 7 de febrero de 2003

Resultados de la evaluación que me hicieron para determinar si tengo un trastorno alimentario:
Valores normales = manejo de las emociones y sensación de efectividad.
Dentro de la escala de trastornos alimentarios = perfeccionismo y ascetismo.
Por debajo de la escala = preocupación por la delgadez, satisfacción corporal, mecanismos de compensación, temor a madurar, incapacidad de ser adulto, inseguridad social, aislamiento.
Diagnóstico: No tengo el perfil de anorexia nerviosa.

La dicotomía cuerpo-alma

He encontrado la verdadera causa de mi enfermedad: la profunda división que para mí existe entre cuerpo y alma.
No tengo memoria de cuándo me sentí por primera vez dividida en dos partes irreconciliables: un alma eterna de poder ilimitado y un cuerpo finito y perecedero. Así empecé a alejarme de mi cuerpo, a considerarlo una mera prisión, un límite contra el cual chocaban mis ideas, mis emociones, mi espíritu.
“El cuerpo está perfectamente separado del alma; y si el cuerpo peca hay que castigarlo para salvar el alma; y también, si el alma peca, la forma de eximirla de toda culpa es atormentando la carne.” En dicha sentencia se resume mi filosofía del cuerpo, herencia de años de educación cristiana.
Quizá mi culpa enfermiza y mi y maniquea visión de lo físico y lo metafísico no se le pueda atribuir simplemente al catolicismo; lo más probable es que obedezca a factores que se encontraban en mí antes de recibir toda instrucción religiosa, pero que se acentuaron con ésta.


Miércoles 13 de marzo de 2003,tras regresar de la Alameda

Cuando la muerte se acerca...


Sé que me muero irremediablemente y no quiero evitarlo. Y sé que me muero porque no lo evito, pero a éstas alturas lo único que quiero es que mi enfermedad sea menos dolorosa.
He escuchado que en muchas enfermedades no es el mal en sí lo que vence al paciente, sino el dolor. Por lo menos en mi caso es el dolor lo que me derrota, lo que me quita mi amor por la vida.
Levantarme cada día es doloroso, subir escaleras un franco martirio, a cada rato me golpeo en los huesos salientes, el frío no me deja moverme, la piel me sangra de tan seca. Y eso es lo que me está matando en verdad, el hecho de que ya no quiero vivir con tanto dolor. De que el dolor me ha obligado a darme por vencida, de que ya no quiero seguir luchando porque me siento mal. Y me siento mal porque ya no quiero luchar, porque ya no puedo hacer nada para mejorarme.

Pintura de Ruth Anders


Domingo 9 de febrero de 2003

Seréis sólo hombres o mujeres

Y el dios de los reaccionarios dijo:
seréis en todo hombre o mujer y sólo así viviréis...


Kant proponía que los a priori de la percepción humana eran el tiempo y el espacio. En lo personal, creo que hay otros a priori: masculino y femenino, que no son más que formas en que los seres humanos nos percibimos unos a otros para clasificarnos y etiquetarnos. Pienso que el alma y el corazón de los seres humanos nacen y existen sin tener un género determinado. Sin embargo, bajo los a prioris de este mundo prejuicioso, mi alma es mayoritariamente masculina.
Quizá por eso desde niña me dijeron que algunos de mis talentos más sobresalientes eran completamente indeseables, por lo menos en una mujer. Me inculcaron la idea de que el carácter dominante, el liderazgo, la fortaleza, el valor y la entrega a grandes causas son típicamente masculinos. Y yendo más lejos aún, la sociedad machista y extremadamente católica donde fui educada pretendió imponerme la idea de que el amor por el arte, el conocimiento y la verdad eran propios exclusivamente de los hombres.
Tal vez al principio cedí un poco en la exigencia intransigente de ser más dulce, más tierna, más una niña, y hoy todavía me arrepiento de eso. Pero pronto comprendí que si sólo podía dar gusto a otros sacrificando mi esencia, más me valdría ser una proscrita.
Así, en mi mundo de monjas y machos, yo me negué a ser otra, a “ser más mujer”. Estoy orgullosa de todo lo que soy espiritual e intelectualmente; por eso decidí no cambiar a costa de una aceptación que nunca necesité ni pedí. Mi alma entera es lo que más amo de mí y decidí que no me traicionaría, que mi forma de ser no era negociable, ni aún a cambio del amor de mis padres o de mi Dios.
Sin embargo, por más que odié muchos de los preceptos de quienes me educaron, no pude evitar que algunos de ellos penetraran en mi alma hasta hacerse míos. Además, creo que el mundo donde crecí tiene un sistema de dominación bastante perfeccionado: no permite la duda ni la contradicción, ambas son pecado de soberbia. Por eso no pude ir a contracorriente en todo, necesitaba un grado mínimo de aprobación, de amor. Sin bien elegí no cambiar ni en un ápice mis pensamientos y actitudes masculinas, opté por transigir en algo mucho menos valioso para mí: el aspecto exterior, el físico.
En mi entorno la feminidad física siempre ha sido equiparable con la pequeñez, con la fragilidad. Así las mujeres demasiado altas siempre han sido tachadas de poco femeninas, y si además de altas son gruesas reciben calificativos como el de “saca borrachos”.
No soy excesivamente alta, pero mi erguido caminar y mi afición por los zapatos de tacón crean la falsa impresión de que tengo una estatura mayor de la que realmente poseo. Por eso comprendí que al menos bajita no podía ser, pero sí podría ser pequeña de otra forma: siendo fina. Entendí que nunca sería emocionalmente frágil, que no sacrificaría la fuerza emocional y espiritual que tanto me enorgullecía, pero que sí podría ser físicamente débil.
Cedí en vestirme, hablar, caminar, peinarme, maquillarme y ser en todo mi exterior una mujer. Y a cambio gané mi libertad de ser completamente masculina en mis emociones, intelecto y actitudes. Cumplí mi parte del pacto: Fui pequeña y frágil a cambio del amor y aceptación que no pude obtener de otra forma. Y no me arrepiento.
Quizá algún día pueda comprender que no necesito ceder en nada para que me amen –si me aman de verdad–, y que los seres humanos somos entes en los que el cuerpo es tan valioso como el alma, no menos. Ojalá que ese día no llegue demasiado tarde.

3 de febrero de 2003

La muerte descarnada

Es incurable, progresiva y mortal; igual que el SIDA. Junto con el cáncer y la depresión constituye una de las grandes enfermedades de nuestro tiempo: la anorexia.
Hay enfermedades del cuerpo y hay enfermedades del alma; y las almas atormentadas se empeñan en destrozar el cuerpo que las aprisiona.
El tipo de anorexia del que hablo es una enfermedad del alma, que en la mayoría de las ocasiones poco o nada tiene que ver con las fotografías de modelos superdelgadas que adornan las portadas de las revistas. Por ejemplo, para mí las gordas de Rubens son tan hermosas como la delgada Kate Moss.
Esta categoría de la enfermedad está reservada por el contrario, para aquellos que van contra lo establecido, que quieren romper con algo: su pasado, su cuerpo, su vida.
En mi caso personal, hay en mí algo que está roto, he visto tanta muerte que más de una vez he deseado morir y esta es mi forma de buscarlo. Mi mejor amiga murió de cáncer, asesinaron a mi padre, dos de mis mejores amigos fallecieron en accidentes absurdos. Algo de todo ello ha impregnado mi espíritu, parte de esa desolación me oprime el pecho hasta no dejarme respirar.
Pero hay otra cosa que me mata, mi enemigo oculto, herencia de tantos años de educación católica: la culpa. La culpa de no hacer nunca lo suficiente, de herir a los otros, de fallarles a los que me aman, de no cumplirle a mis muertos, de no poder terminar sus misiones, de lastimar a mi Dios.
Además, ¿cómo se supone que una persona sensible conviva con el cruel mundo a diario, que luche por aliviar la miseria humana y no se entregue de vez en cuando a la desesperanza? No se puede. Los calambres, los huesos salidos, la palidez y la pérdida de cabello, son los rastros que ha dejado en mí este mundo inhumano.


The knife, Jan Saudek, 1987

El narcisismo de amar al mundo hasta el delirio tiene consecuencias físicas. Para Francisco de Asís fueron los estigmas, para Madero la muerte, para Nietzche la locura. Para mí el precio de ese amor fue barato: sólo frío y náuseas, sólo debilidad y mareos.
Sé que para el verdadero sabio desprovisto de todo egoísmo y de todo falso problema, amar a los demás y darse a ellos no debe doler, que la entrega plena es gozo puro. Pero hasta que alcance ese nivel de conciencia seguiré muriendo una de las muertes de nuestro tiempo, padeciendo esta enfermedad del alma que corroe al cuerpo.
Quizá todo esto no sería tan grave si encontrara una forma de salir de mi pecho y expresarse a los demás. Sin embargo, mi voz aún está buscando caminos y el proceso de hacerla salir es largo aún.
No pueden salvarme, mi muerte y mi salvación están en mi. Mejor pongan su fe en que encontraré lo que busco antes de que sea demasiado tarde.


26 de noviembre de 2002

lunes, 26 de febrero de 2007

¿Negación?

¿Y por qué no decir simplemente que estás enferma? Por miedo a aceptar que eres vulnerable, que te equivocas como todos. Porque a diferencia de lo que pasa con muchos, tus defectos no se ven a primera vista, hay que descubrirlos con la consiguiente decepción de pareces mejor de lo que en realidad eres.
Por miedo de que sepan que en el fondo te quiebras, que no eres fuerte como pareces, que también tienes tus límites y que éstos son imposibles de cruzar.
Por miedo finalmente a que te rechacen, o a que te cuelguen la serie de etiquetas que no estás dispuesta a cargar: que si vanidosa, supeficial, intantil. Para ti esto se trata únicamente de dolor. Por eso vives ocultándote, ocultando la enfermedad, aparentando que todo está bien, que los kilos de menos no son nada, que siempre has sido así de huesuda y de frágil.

viernes, 23 de febrero de 2007

Siberia, de Antolina Ortiz


Nombrar no es conjurar

No importa el nombre. Nombrar a los demonios no es conjurarlos.
Esto el miedo irracional a que no te quieran, a que la gente note las pequeñas fallas bajo la superficie "perfecta" y te retire su afecto.
Es la tensión sostenida hasta el agotamiento de mantener ese exterior capaz, responsable, exitoso y hasta sonriente. Porque dice la sabiduría popular que los tristes son malas personas y has notado que al final las lágrimas repelen a amigos y extraños por igual.
Es la vocecita te dice constantemente que nunca es suficiente, que te recuerda tus culpas, que te hace dudar de cada elogio, que te echa en cara tus errores.
¿Cómo se llama? ¿Nombrarla hará que se vaya? Algunos dicen que es anorexia. Lo he dicho. Y no se va.

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